viernes, 10 de julio de 2009

PARABOLA DEL YO, DEL TU Y DEL NOSOTROS

Hoy me gustaría contaros muchas cosas, pero sólo os hablaré de tres. La parábola empieza por el Yo, sigue por el Tú y finaliza por el Nosotros. Siempre son dificultosas de escribir y entender las parrafadas extensas, por la excesiva distancia, la fría informática, el escaso tiempo y las responsabilidades familiares. Ya sabemos, que mejoraría mucho nuestra comunicación interpersonal con frases cortas, miradas directas, tonos adaptados, manos expresivas, cuerpos cercanos, tiempo sin relojes y autonomía familiar; pero intentaremos que estos monólogos, poco a poco, se conviertan en diálogos.

¡Que estupendo y que gratificante es tener tiempo para uno mismo!. Nos dicen que es mejor dedicarlo a los demas y a los diferentes. Y no a dedicarse para nada más y nada menos que a mi persona y solo YO! Es lo más dificil, pero creemos que es fácil. Parece que lo estamos siempre, pero no es cierto. Estamos más acostumbrados a estar o a hacer que estamos con los demás que con nosotros solos. Hay una gran dificultad de comprender la colectividad y de entender la individualidad y equilibrarlas sin que nos manipulen. Pero qué sucede cuando se da esa circunstancia. ¡Ah . . . . pocos la soportan!

Porque llega la soledad. ¡Qué miedo da estar sólo! Suele ocurrir con frecuencia que te da por pensar y eso, a menudo, es un problema. A veces pienso, ¿Y éste quien es? Y no puedo responderme. Cuando me digo ¿Y éste que hace? Entonces ya puedo contar algunas cosas. Pero al preguntarme ¿Y tú en que crees? Entonces me agarro la lengua y la muevo de lado a lado y la saco de la boca y expulso el aire primero con suavidad y luego con fuerza y no logro pronunciar sonido alguno porque no tengo ninguna respuesta. Solo la siento recorrer lentamente mi boca, con aire derrotado y flácido.

¡Qué angustia tener que vivir siempre conmigo! Como soy el que mejor me conoce, soy el que menos me aguanto. Fue entonces cuando provoqué mi milagro personal y redundante e inventé el ruido que mejor me retrata sin pigmentos, la definición que más claramente me explica, la gota del océano donde navego sin fronteras, la célula más pura del oxígeno que purifica mi alma y el adn del núcleo que fluye de mi universo atomizado: ¡YO! Esa fue la palabra que adoro y que sin embargo detesto. El sonido que más me estimula y el que más me deprime. La grafía que más me encanta escribir y de la que más huyo. Las letras por las que nací y por las que voy a morir.

A partir de ese hallazgo descubrí por sorpresa, en estos tiempo confusos de reflexión y análisis, que he sido un bocazas de ideas vacías, un charlatán de silencios gritones, un vendedor de pensamientos banales, un contador de chácharas intrascendentes, un cantautor de letrinas sin ducha, un escupidor de semántica fétida, un recogedor de excrementos linguísticos, o sea un papamoscas sin lengua y sin moscas. Y me callé y entré en el largo letargo del silencio.

¿Y después qué? Llegó lo que consideré la época de la esperanza. De la entrega, de la salvación, de compartirlo todo hasta el grito. Por que encontré el ¡TÚ! Esa U era sorprendentemente novedosa. Esa T era maravillosamente ancestral, y esa conjunción de los dos sonidos creaba en el espacio una simbiosis genética de uno más uno y de uno menos uno, de dante y tomante, de dúo y de trío incompleto, de com pañía y de sin apañar, de bien estar y de mal ser, de ternura y de maldad, de objetivo emisor de miradas y de receptáculo opositor de espejismos.

Mientras seguí desenterrando con dificultad, en solitario y a escondidas las esencias primigenias de la tradición patriarcal y arranqué de las entrañas estas joyas sentimentales: ¡Ah, querida segunda persona del singular!, ¡Eh, entusiasmada pareja igualitaria del paraíso edénico!, ¡Ji, desternillante costilla gemela del hipocondrio genital!, ¡Uf, acariciantes células hacinadas y chocantes en la aterciopelada y desarrapada piel corporal!, ¡Ay, admirada y sudorosa compañera de fatigas bíblicas!, ¡Oh, aburrida colega de labores profesionalizadas y compartidas!, y ¡Uy, erotizada partenaire de placeres permisibles e institucionalizados.

Pero continué acercándome peligrosamente a las cercanías de la desilusión y sólo cuando me relamía las heridas sangrantes y deshuesadas del fondo del precipicio averigué: que la mayoría de las veces la individualidad compartida no equivalía a la duplicidad constreñida; que por un estrecho margen el supuesto doble folio quedaba reducido, habitualmente, a la mitad de la mitad de una cuartilla de la Humanidad; que lo que por ley natural debía de convertirse en suma quedaba, en la mayoría de los casos, transformado en resta y menos; y que los reglamentarios y emancipados canones de la familiaridad se hacían añicos a los pocos años de convivencia desinteresada y generosa para volver a derrochar ingentes dosis de energía en el rescate de la independencia liberadora y de la emancipación inilateral de la persona.

Y la vida sigue y sigue sin paradas ni detenciones. Crees que es infinita y sin darte cuenta estás cercano a la despedida. Unos dicen que al vacío de la nada y otros que a la trascendencia del sueño esperanzado. Pero ella continúa ilusionándote con diferentes máscaras, ropajes y fantasías. Y te dulcifica y te humanizas. Y la crees y te confías. Y te subyuga y te adormeces. Y la idolatras y te seduce. Y te enamora y la perteneces. Y de nuevo te desperezas y resplandeces como un arbol primaveral y frondoso. ¿Qué ha pasado? Que faltaba por tragar la tercera espina. ¡La del NOSOTROS!

Cuando ves que en la sociedad civilizada permanece sin verguenza el poder, la ambición, el señorío y la autoridad; cuando sientes que en la Humanidad se despierta el desvelo de la pesadumbre, la aflicción y la queja y cuando ves que detrás le sigue la procesión de los pícaros, granujas, domesticadores, avasalladores, predicadores y el soberano, que es uno porque le obedecen: Gritemos la Verdad, diciendo adios a la pluralidad del llamado colectivo cero, denunciemos el cambio del trabajo grupal por las decisiones del trepador de turno, defendamos el poder de la tangencialidad de la órbita circunferencial en contra del centro solitario y único, y separemos y diferenciemos el plural NOS de cualquier acaramelado, acólito y lacayo singular dictatorial.

¡Ya no quedan más mentiras, porque se gastaron todas a lo largo de la Historia y ya es muy tarde para que las creamos! Olvidemos el Yo, el Tu y el Nosotros y seamos el pétalo de una flor primaveral, el fruto de un árbol veraniego, el rayo solar tormentoso del otoño y el copo acuoso y helado del invierno.

¡Volvamos a integrarnos en la Naturaleza que es nuestro origen y será nuestro destino y todavía no es tarde para que nos acoja! ¡Porque si es dificil, angustioso, de espanto y doloroso nacer por primera vez de una madre y de un padre; cuán penoso, complicado, torturador y atormentado es renacer en la adultez del hermafrodita de uno mismo!

Buenas noches para YO, estupendos días para TU y muchos Besos intergalácticos para NOSOTROS.

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