Son cientos de millones de personas los que mañanas y tardes, en cada ciudad populosa del mundo, para cumplir sus obligaciones laborales necesitan invadir los medios de transporte y dedicar una ingente cantidad de su tiempo a andar a pie, montar en bicicleta, conducir motos y coches, circular en metros, trenes y autobuses, y cada vez más aviones en puentes aéreos.
Como para la mayoría de ciudadanos no es posible vivir en los centros comerciales, industriales o económicos, los trabajadores debemos habitar los barrios y pueblos periféricos, y emplear una enormidad temporal de nuestro reloj vital para ir a nuestros centros de trabajo y para regresar a casa.
Pongo un ejemplo privilegiado que conozco bien, el de Madrid, y que me cae próximo, mi persona. En mis dos únicos traslados diarios, pierdo dos horas, que son el 8,33% de mi día. Sumando mi tiempo de transporte al dedicado a dormir, unas ocho horas de media, mi período de inactividad aparente al día se convierte en un 41,66%. Multiplicarlo por cinco días de la semana y por cuarentaitantas semanas al año y resultará tu Pérdida Horaria Anual.
Son cifras que se dicen muy pronto y se hacen eternas. Y hablamos de los horarios laborales regulados por convenios que se computan generalmente de forma anual. En los acordados individualmente "a pie de tajo o escalera de oficina", que son mayoría, las jornadas repletas de irregularidades, descontroles e improvisaciones son constantes y el correspondiente cobro del salario y disfrute de días libres son escasos y condicionados al grado de dependencia que tenga en las relaciones con el patrón o el jefe.
Además yo y la mayoría de la gente decente, respetable y sumisa de la ciudad, utilizamos ese tiempo viajero de la manera más útil y productiva. Mientras nos llevan arracimados y bien uncidos a nuestra rentabilísima mesa de tortura laboral, no se nos ocurre imaginar paraísos terrenos y celestiales, sino recordar, preparar y revisar temas laborales que no se pagan,aunque gratifican.
¡Cuántas horas malgastadas en agobiantes y repetidas travesías recorriendo pueblos, calles y túneles desconocidos, acompañado de fantasmas en silencio y siluetas vacíos!.
Gracias que aún quedan personas privilegiadas y afortunadas que hacen todo alrededor de su casa: viven, sienten, trabajan, duermen y se divierten sin viajar. ¡Qué suerte tienen!
domingo, 16 de enero de 2011
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